Zona: Canarias
Altura: 3.712 m
Desnivel: 1.700 m
Dificultad: F
Material utilizado: equipo de vivac
Fecha: 09.02.2014
El Teide es el pico más alto del estado español, que con sus más de 3.700 m se eleva imponente sobre el nivel del mar. Se trata además del décimo volcán insular más alto del planeta, y la tercera montaña más alta contando desde la base del lecho oceánico, con 7.500 m, solo superada por los volcanes Mauna Kea y Mauna Loa, ambos en Hawai.
Con estas credenciales quien no quiere subir esta cima. Desafortunadamente, el teleférico que remonta desde Las Cañadas hasta los 3.550 m resta mucha aventura en la ascensión, convirtiendo la actividad, si se opta por el mínimo esfuerzo, en una remontada de apenas 20 minutos y 170 m de desnivel.
Pero como buenos montañeros, buscamos una opción más alpina y aventurera. La ruta que contemplamos es una circular de dos días, atacando por la vertiente Oeste, la del Pico Viejo, un imponente volcán, con un cráter de más de 800 m de diámetro, y descendiendo por la ruta normal, que pasa por el refugio de Altavista. Son varias las ventajas de esta opción. La primera, evitar la masificación de la ruta normal. La segunda, dado que no hay refugio por esta vertiente, disfrutar de un espléndido vivac a más de 3.000 m cerca del cráter de Pico Viejo, con un cielo estrellado e impoluto, y con un mar de nubes que se pierde en la lejanía del océano. Además, la ruta es más dura, pues el camino no está tan frecuentado, y transcurre en ocasiones por coladas de lavas recientes (1.798) e incómodas de transitar.
El sábado 8 Alba y yo aproximamos en coche desde Santa Cruz por la carretera C824, que da acceso por el este. La diversidad de paisajes es abrumadora, y conforme ganamos altura, la flora cambia, pasando del monte bajo al bosque de pino canario, y más tarde, a la flora de alta montaña.
Después de algunas paradas para hacer fotos y un breve café en el Portillo, llegamos al Parador, y pasado éste, aparcamos en el Mirador del Llano de Ucanca, a 2.020 m.
A las 14:00 arrancamos, cargados con el material de vivac: saco, aislante, funda de vivac, cena, desayuno y tres litros de agua cada uno, pues no encontraremos en casi toda la ruta.
Empezamos a caminar por arena volcánica, de color amarillo, compuesta de piedra pómez, fruto de los instantes iniciales de las erupciones. A nuestra derecha observamos las imponentes formas de los Roques de García, plaga de vías de escalada. Pienso que algún día volveré a probar alguna de estas líneas, pero hoy mejor será solo caminar, pues mi tobillo aún está resentido del esguince que hace un par de semanas me hice esquiando. Cómo será agarrarse a estos grandes agujeros volcánicos ?.
Pasados los Roques Blancos ya no vemos a nadie. A partir de ahora estamos solos en esta falda de la montaña. El camino al principio y hasta la mitad del recorrido está marcado, y no es difícil seguirlo.
El terreno volcánico hace más amena esta interminable cuesta, casi yerma de flora. Sólo la ginesta y alguna margarita del Teide hacen presencia.
Remontamos los Regatones Negros, unas coladas negras de lava de hace un par de siglos, y que dificultan algo la progresión, mientras observamos las rocas de acreción que permanecen cerca. Al cabo de casi 5 horas de ascensión calmada, comienza a anochecer, y encuentro un vivac preparado a la izquierda del camino, a unos 3.050 m de altitud, escondido detrás de unas rocas.
Pasamos en un instante del calor diurno a un frío intenso, y pronto me meto en el saco a preparar la cena, unos liofilizados que me sobraban del verano. Alba se va a hacer unas fotos al increíble mar de nubes que divisamos desde nuestra atalaya y que flotan sobre el mar como un universo de algodón.
Después de cenar, ya a las 21:00 nos ponemos a dormir, pero es difícil, pues la vista del cielo es grandiosa desde nuestro hotel mil estrellas. Venus se va poniendo en el horizonte. Encima de nuestros ojos diviso la constelación de Orion, donde su nebulosa se aprecia débilmente. Aprecio con claridad el color anaranjado de Betelgeuse, y abajo a la izquierda la agresiva brillantez blanca del sistema trinario de Sirio. Veo otro planeta pero no consigo saber si es Saturno o Júpiter. Y así, mirando las estrellas consigo dormirme.
A las 7:30 nos despertamos y el frío sigue siendo intenso, pero la espalda lleva ya más de 10 horas acostada en el frío suelo volcánico y nos pide a gritos levantarnos. Desayunamos otra vez liofilizados y dejamos algo de agua para la subida final.
Volvemos al camino y emprendemos la marcha al Teide. Pronto llegamos otra vez a coladas de lava negra, con algo de hielo y nieve muy dura. Además la ruta se hace indefinida. Me han dicho que es peligroso salirse del camino, pues hay grietas volcánicas que se han tragado a mucha gente. Haré caso.
Al cabo de unas dos horas llegamos al teleférico, repleto de turistas, a 3.555 m. Este lugar contrasta con el entorno salvaje que hemos recorrido hasta ahora. Cientos de personas de todas las nacionalidades acribillan a fotos el paisaje, mientras que unos pocos de ellos, los cuales han conseguido el permiso de ascensión, hacen cola en una taquilla para coger su turno en la subida final.
Intentamos pasar, pero sin éxito, pues sin permiso no hay cima, y éste tarda unos cuatro días de trámites burocráticos. Decidimos emprender la bajada por la ruta normal, pero vemos nuestra oportunidad cuando al cabo de un rato pasamos cerca de la otra ruta de ascensión, la de la Rambleta, que parece helada al principio, pero cuyo dibujo se aprecia perfectamente en el cono final. Nos arriesgamos y empezamos a subir. Un tramo está expuesto a la mirada del guarda y nos agachamos par que no nos vea. Al cabo de 20 minutos hacemos cima. El cráter apenas tiene unos 70 m de ancho. Unas fumarolas y el intenso olor a azufre advierten del peligro de este gigante dormido.
Bajamos rápido y una vez pasado el mirador de la Fortaleza, nos dirigimos al refugio de Altavista. El terreno está helado y no llevamos crampones, por lo que bajamos con cuidado, pero un resbalón me hace ver las estrellas. El ligamento dañado del esguince se ha vuelto a fastidiar, y tengo que hacer el descenso a ritmo de abuela. A 3.250 m llegamos al refugio, que está ahora sin guarda. El agua hay que comprarla, a 3 € la botella de medio litro.
Proseguimos el descenso. Divisamos los huevos del Teide, las famosas bolas de acreción, cerca de la Montaña Blanca. Se me ocurre que es un buen sitio para boulder. Seguimos por buen camino hasta las Vueltas de Carnero, que nos depositan en la carretera. Desde allí, en autostop, llegamos a nuestro coche.
Estos parajes nos han encantado, y estoy seguro que volveremos.
Un abrazo a tod@s,
Jose
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